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Carlos Rivero

Por eso siempre hay una luz tintineando en mi ventana

10 abril - 8 mayo, 2021
Museo Castillo de Mata
Sala 4

 

Cuando yo era un niño solía estar enfermo con bastante frecuencia. En las noches de los años sesenta se iba la luz eléctrica y nos alumbrábamos con una vela. Recuerdo el sudor y hasta casi el delirio porque el cuerpo ardía y mi madre decía que había que cubrirlo de mantas. El tintineo de esa luz amarilla sobre los dibujos en la pared (mis tíos trajeron de Venezuela un rodillo que reproducía un papel pintado con payasos y figuras geométricas) era casi una experiencia psicotrópica que me acercó a lo que 40 años después reproduzco en mis pobres animaciones. Esa cama, sobre la que aún duermo era una nave de metal y tela en la que mi cuerpo viajaba a algo que era muy real, concreto como un cuadro del Bosco pero también abstracto como la angustia. Nunca el miedo a morir fue tan preciso e imposible de verbalizar. La oscuridad fuera era impenetrable y no existía la posibilidad de la huida. Ahí comprendí que todos los viajes se producen dentro de uno, todos los monstruos son lo que tú sabes que eres, y que el amor no estaba en los planes del viaje. Los muebles que integran las piezas de esta exposición probablemente sirvieron para que otros cuerpos, otras vidas también descansaran, sufrieran o expiraran. Los desechamos porque están deteriorados o pasados de moda, su presencia nos molesta aunque una vez ese respaldar de una silla permitió que nuestra cabeza se sostuviera sobre una columna de hueso y cartílago, que una boca se alimentara porque en una madera con cuatro piernas había un plato de cristal con un pedazo de carne y pan. Nada de eso nos importa, solamente nos preocupa quienes seriamos ante los demás y ante nosotros mismo si no comiéramos en un objeto (como en el atrezo de una obra de teatro) que encarnara todas las características del nuevo personaje que ahora nos toca representar.

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