La máscara social
3 julio, 2020 - 14 agosto, 2020
Museo Castillo de Mata
Sala 1
Juan Castillo (Chile / Suecia)
Raúl Chacón (España)
José Escobar (Paraguay)
Coco González Lohse (Chile)
Jorge Gronemeyer (Chile)
Martin Gusinde (Polonia)
Antonio Guzmán (Chile)
Pamela Iglesias (Argentina / Chille)
Julia Isidrez (Paraguay)
Claudio Jiménez Quispe (Perú)
Andrea Jösch (Chile)
Eva Risueño (España)
Carlos Rivero (España)
Bernardo Oyarzún (Chile)
Acaymo S. Cuesta (España)
Kjartan Slettemark (Noruega)
Pablo Vargas (Uruguay)
Comisariado por Eduardo Caballero
A pesar de tener características diferentes cada uno de nosotros, somos seres sociales; y como tal, no podemos vivir sin un otro. De hecho, en los primeros años de vida (por poner un ejemplo) es imprescindible que se cumpla este parámetro. Es una analogía tan perfecta, tan clara, que revela una idea de lo que realmente significa: somos actores, todos y cada uno de nosotros, dentro de este escenario llamado sociedad, en el cual interpretamos distintos papeles (o roles) determinados junto a otras personas.
Y justamente nosotros, como seres sociales, utilizamos máscaras todo el tiempo frente a un otro. Es parte de nuestra especialidad como seres humanos: ser capaces de disimular nuestro estado de ánimo, nuestras preocupaciones, nuestras inquietudes, nuestros miedos, nuestras rabias, nuestras alegrías, nuestras tristezas... Y así como en la antigüedad un actor se ponía la máscara y actuaba su personaje, en la actualidad uno podría sentirse en la mayor de las miserias y mostrarse ante los demás con la máscara de la alegría.
Desde que nacemos y nos conformamos como individuos dentro de nuestro primer contacto con la sociedad (que son nuestros padres), ya somos "moldeados" bajo esta característica tan particular. Pueden enseñarnos a ceder un poco (de forma parcial o casi total) esa máscara dependiendo de las personas con las que estemos... Sin embargo, también pueden enseñarnos que, estar siempre bajo esa máscara (sea quien sea) es una defensa fundamental para uno mismo.
Siempre queda algo oculto frente a los demás, algo de lo cual nadie está enterado de su existencia. No importa la cercanía que se tenga con una o varias personas, nunca se termina de conocer a alguien (sea en el contexto/motivo/sentido que sea).
Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos puesto una “máscara” como autodefensa, engañándonos hasta el grado de perder nuestra esencia, llegando a olvidar quien somos en realidad. El cerebro le dice a la mente cansada ¡ya no puedo más con este engaño! y comienza a creer firmemente que la máscara ya no es una máscara sino ese o esa eres tú.
Cuando Friedrich Nietzsche escribió, en su libro MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL, en realidad no aportó nada esencialmente nuevo a la historia de la filosofía. Porque sostener que “lo profundo ama la máscara” equivale a reiterar, otra vez, lo que Heráclito, el primer enfant terrible de la historia de la filosofía, ya había dicho, pero de manera diferente, veinticinco siglos antes: “la naturaleza ama ocultarse”. Ya se trate de lo profundo o de la naturaleza oscurecida por máscaras.
Y aquí, en esta propuesta expositiva, viajaremos a diferentes modelos de implantación de la máscara, en algunas circunstancias por elección y en otras por obligación. Pero aferrarse a esa totalidad originaria escondida bajo la máscara equivale a volver al origen, lamentablemente siempre oculto por máscaras.
En esta propuesta para repensarnos, los binomios verdad vs. falsedad, lo natural vs. lo oculto, la profundidad vs. la máscara parecen ecuaciones que se nos ofrecen para acercarnos a lo que no se ve, a lo que somos o fuimos bajo nuestra máscara.